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Mostrando entradas de marzo, 2016

El lago

La noche era fría y, sin embargo, todavía sentía la quemadura del sol en todo mi cuerpo. Estaba ardiendo y no podía tocarme sin sentir un dolor agudo. Me senté en la cama y miré el pequeño cuarto en el que pasaba mis días, observé el anturio blanco que había florecido afuera de mi ventana.  En la mañana, habíamos caminado juntos hasta el lago. Solos, caminando por una carretera empolvada. La tierra estaba resquebrajada, el lago casi seco. Los vendedores que antes cubrían las orillas habían desaparecido. Soplaba un viento caliente. El pasto estaba amarillo y en algunos lugares habían empezado a crecer esas matas espinosas, desérticas, que se pegan en las piernas causando diminutas heridas. Había algunos mosquitos que, al parecer, nacían en esos pantanos que antes habían pertenecido al lago. En el camino había muchos caracoles muertos, negros, tan resecos que se deshacían cuando los tocábamos.