Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2015

¡Adiós!

Para D. Aún sabiendo que su adiós sí es definitivo. Mi abuelo solía decirme que no le dijera ¡Adiós! que con un ¡Hasta pronto! bastaba, porque así él tendría presente que me volvería a ver. Yo aprendí la lección y no sólo no le decía ¡Adiós! a mi abuelo, sino que tampoco se lo decía a mis amigos, ni siquiera a mis novias cuando las veía partir de la mano de algún otro fulano. Pero llegó un día en el que sencillamente comprendí que en realidad no quería volver a verla, no quería saber qué era de su vida, dónde estaba ni con quién salía, así que le escribí un texto en la madrugada y le dije que quería hablarle al día siguiente, que la vería a eso de las 5 de la tarde enfrente del Museo, en la cafetería de siempre. 

La vida son instantes

Para José Ahora La mujer le decía “algo nos está pasando, José”, él callaba y la miraba a los ojos. Estaban solos en el café. La tarde era fría y llovía. En la mesa una vela amarilla estaba a punto de acabarse y su llama fuerte, como un último grito, reflejaba las sombras de los dos en una pared blanca donde se veían las manchas de humedad. Ninguno podría decir qué los había llevado a esa situación, pero allí estaban: mirándose como dos extraños que creen ver en el otro una cara conocida, desviando la mirada al descubrir el desacierto. Ella estaba envuelta en abrigos, llevaba una bufanda azul y un gorro de lana que le cubría las orejas; él llevaba una chaqueta de cuero negra y una bufanda a cuadros. Habían hablado poco. “Me trae otros dos cafés, por favor”, dijo él, en voz alta para que el mesero pudiera escucharlo por encima de la lluvia. La situación era incómoda para los dos, ninguno quería hablar de lo que había sucedido el año anterior, pero allí estaban: juntos, compa