¡Adiós!
Para D. Aún sabiendo que su adiós sí es definitivo. Mi abuelo solía decirme que no le dijera ¡Adiós! que con un ¡Hasta pronto! bastaba, porque así él tendría presente que me volvería a ver. Yo aprendí la lección y no sólo no le decía ¡Adiós! a mi abuelo, sino que tampoco se lo decía a mis amigos, ni siquiera a mis novias cuando las veía partir de la mano de algún otro fulano. Pero llegó un día en el que sencillamente comprendí que en realidad no quería volver a verla, no quería saber qué era de su vida, dónde estaba ni con quién salía, así que le escribí un texto en la madrugada y le dije que quería hablarle al día siguiente, que la vería a eso de las 5 de la tarde enfrente del Museo, en la cafetería de siempre.