Él estaba fumando en el pasillo por el que yo pasaba rápidamente para ir al salón de clases, al día siguiente lo volví a ver: estaba en la biblioteca buscando unas revistas a las cuales parecía no prestarles mucha atención, sonreía; unos días después volvía a verlo en una esquina cercana al parque al que yo iba los viernes con mis amigos: tenía un aire alegre siempre que lo veía, incluso mientras fumaba dejaba escapar sonrisas sin sentido. Lo veía muchas veces. Al principio no le presté mucha atención: pensé que nuestros espacios y tiempos simplemente coincidían, pero, poco a poco, me fue causando mayor extrañeza porque lo notaba que estaba observándome desde lejos, escuchándome o intentando hacerlo. Empezó a molestarme, no sabía qué quería ni por qué me seguía, ¿qué interés le despertaba yo? Entonces lo evitaba, hacía las cosas más extrañas para no encontrarlo: volteaba por un callejón desierto justo antes de la esquina donde lo veía parado, le pedía fuego a la persona que estaba