Jaime, el de los ojos verdes
Jaime sonreía. Era una mañana fría, ella había llegado demasiado temprano. Sí, demasiado. Casi cinco horas antes de lo planeado. Estaba confundida, había pasado una mala noche, por lo que había decidido salir rápido de donde estaba y refugiarse en el compromiso, aunque faltaran cinco horas. A Jaime lo había visto el día anterior: un buzo de lana, gafas, cabello largo, boca delgada y una voz dulce. No habían hablado, ella tenía que solucionar asuntos urgentes, de los cuales quería salirse lo antes posible. Sin embargo, esa mañana, al llegar y ver sonriendo a Jaime, se sintió tranquila. Su presencia le generaba la paz que no había encontrado en esa noche, él le ayudó con su maleta, le ofreció un espacio, desayuno y se mostró muy amable con ella. Era como sentir un rayo de sol suave que aparece después de la tormenta. Luego de organizarse un poco, se sentó a trabajar, justo enfrente de Jaime. Era inevitable levantar la mirada y querer observarlo, querer grabarse cada detalle de él. Le pa