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Fidel y Alekos

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"Le lacrime che dai nostri occhi Vedrete sgorgare Non crediatele mai Segni di disperazione Promessa sono solamente Promessa di lotta" Alekos Panagulis, febrero de 1972 El 13 de agosto de 1968 Fidel Castro cumplía 42 años. 5 meses antes, el 13 de marzo, había pronunciado su célebre discurso en las escalinatas de la Universidad de La Habana: "que no se olviden jamás que esta Revolución la mantuvieron en alto un puñado de hombres, seis, siete, doce, y que la bandera de esta Revolución la mantiene enarbolada lo mejor, lo mas noble, lo mas valeroso y lo más combativo de nuestro pueblo". Los cubanos estaban comprometidos con la defensa de ese cambio que habían consolidado el 1 de enero de 1959.  Todas las luchas por la libertad se encuentran entrelazadas, son expresiones de un mismo deseo humano, de una búsqueda de un mundo en el que quepamos todos. Fidel decía "Ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad. Q

Resistiendo

No creo que la democracia occidental sea la mejor forma de gobierno, hay que replantearse muchísimas cuestiones sobre la participación en los sistemas actuales. Sin embargo, para poder cuestionar primero hay que estar vivos y, en el régimen que retorna, la vida ha sido lo menos importante.

Relato de un país en el que hay unas vidas que valen más que otras

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No quería decir nada. En el televisor se repetían insaciablemente las imágenes de una masacre que se presentaba como un triunfo para el país. Yo miraba cómo la presentadora señalaba los puntos rojos en el mapa y se mostraban en un recuadro las imágenes de las cámaras y los radares de los aviones, unas figuras luminosas caminaban inocentes de que segundos después morirían bombardeadas. Era la hora del almuerzo, esas imágenes daban naúseas.  Pero entre todas, la imagen de un objetivo señalando a tres personas fue la que no pude sacarme de la cabeza y, el resto de la tarde, estuve pensando en esas tres figuras que mostraba la cámara. No pasaron sus nombres en las noticias, no mostraron sus rostros. No sabía quiénes eran ni cómo habían sido antes de que unos aviones silenciosos dejaran caer bombas sobre sus cabezas. A lo mejor ellos, como yo, tenían sueños y anhelos. A lo mejor a ellos, como a mí, les gustaba tomar café mirando el cielo antioqueño. A lo mejor había allí una muj