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Mostrando entradas de 2015

"Volver a casa"

YOLO Hubo momentos durante mi estadía en ese otro país en los que pensé que sería maravilloso regresar a casa: pensaba en el acento, en las comidas, en mis compañeros y en los lugares que frecuentaba antes de irme y estaba segura de que ese regreso sería increíble. Ahora que volví no pienso lo mismo, porque simplemente ya no sé cuál es mi casa: no sé si es este país y estas personas con las que he compartido toda mi vida o si es ese otro país y esas otras personas que me acogieron y con las que pasé momentos inolvidables. A veces, sentada en mi apartamento pienso que debería estar allá. Me imagino saliendo con mis amigos -porque son más mis amigos ellos a quienes conocí durante unos cuántos meses que otras personas a quienes he visto casi a diario por varios años- y dejándome sorprender en cada esquina por un nuevo olor, una nueva comida o un lugar desconocido. Recuerdo cuánto me reía cada vez que alguno de los nativos resaltaba alguna diferencia con ellos: una palabra, una

Invitación de cumpleaños

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El investigador puso enfrente suyo una hoja y un lápiz y le dijo "Cuando esté preparada, señorita". ¿Qué se suponía que debía escribir? ¿Quiénes leerían eso? ¿Qué hacía ella allí? Tenía tantas preguntas que lo único que hizo fue mirar al investigador y pedirle un sacapuntas. Empezó a observar el lugar donde se encontraba e intentó recordar cómo había llegado ahí: se había levantado temprano esa mañana para ir a comprar lo que necesitaba para preparar el almuerzo al cual había invitado a su jefa, Lucía, la semana pasada para celebrarle el cumpleaños. Por variar- este año también lo había olvidado y cuando todos en la oficina se levantaron para entregarle los regalos, ella había sonreído lanzando la invitación. Fue por eso salió de su casa hacia el mercado, acompañada de Travieso -su perro, recién adquirido en el aguacero del martes cuando ella y el perro hasta entonces callejero se habían resguardado juntos bajo el pórtico de una casa en la esquina de la calle 19-.

Nostalgia

A veces sucumbía a la tentación de buscar su rostro entre la gente, detallaba las multitudes intentando encontrar rasgos familiares en cada una de las personas que esperaban el bus, bailaban en las fiestas o caminaban por las calles. Decía su nombre entre dientes, conjurándolo, pero era en vano, entonces proseguía su camino reiterándose lo absurdo de querer verlo, lo absurdo de buscarlo cuando ella sabía que ese mundo ya estaba lejos: habría que cruzar ríos, montañas y unos cuantos meses para poder volver y era ella quien se había ido, ella quien se había retirado para retornar a donde se hallaba ahora, buscando lo que antes había querido dejar. Extraña es la naturaleza humana porque se alimenta de anhelos, pero al momento de alcanzarlos sólo encuentra un nuevo deseo y el primero pierde allí su sentido. Ella lo sabía, había viajado a ese mundo buscando algo nuevo, experiencias que la dejaran sin aliento y las había encontrado -en todos los sentidos-, pero eso no la satisfizo y est

Recuerdos

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"¿De qué trata? -Y, enrollando la hebra a la aguja clavada en el pasamontañas, añadió- Si es de amor, me interesa mucho." Nikolai Ostrovski. La mujer miraba cómo caían las gotas de agua, observaba una y la seguía hasta que terminaba el recorrido del vidrio y se fundía con la lluvia que caía fuerte sobre la calle vacía. Ella también estaba vacía desde que había perdido a su compañero, a su amante y a su amigo. Aquel día se habían citado en un parque a la una de la tarde, llegó puntual, pero él ya la estaba esperando. Mientras ella se acercaba él sonreía con esa sonrisa suya que contenía toda la alegría que podría haber sentido alguna vez. Lo besó y se acostó en sus piernas para observar los pedacitos de cielo que asomaban entre las hojas de un árbol grande y viejo; el árbol debía de llevar muchos años allí, pensó la mujer, e incluso debió ver muchas otras parejas que se recostaban en su tronco y miraban los pedacitos de cielo que se asomaban entre sus hojas. htt

¡Adiós!

Para D. Aún sabiendo que su adiós sí es definitivo. Mi abuelo solía decirme que no le dijera ¡Adiós! que con un ¡Hasta pronto! bastaba, porque así él tendría presente que me volvería a ver. Yo aprendí la lección y no sólo no le decía ¡Adiós! a mi abuelo, sino que tampoco se lo decía a mis amigos, ni siquiera a mis novias cuando las veía partir de la mano de algún otro fulano. Pero llegó un día en el que sencillamente comprendí que en realidad no quería volver a verla, no quería saber qué era de su vida, dónde estaba ni con quién salía, así que le escribí un texto en la madrugada y le dije que quería hablarle al día siguiente, que la vería a eso de las 5 de la tarde enfrente del Museo, en la cafetería de siempre. 

La vida son instantes

Para José Ahora La mujer le decía “algo nos está pasando, José”, él callaba y la miraba a los ojos. Estaban solos en el café. La tarde era fría y llovía. En la mesa una vela amarilla estaba a punto de acabarse y su llama fuerte, como un último grito, reflejaba las sombras de los dos en una pared blanca donde se veían las manchas de humedad. Ninguno podría decir qué los había llevado a esa situación, pero allí estaban: mirándose como dos extraños que creen ver en el otro una cara conocida, desviando la mirada al descubrir el desacierto. Ella estaba envuelta en abrigos, llevaba una bufanda azul y un gorro de lana que le cubría las orejas; él llevaba una chaqueta de cuero negra y una bufanda a cuadros. Habían hablado poco. “Me trae otros dos cafés, por favor”, dijo él, en voz alta para que el mesero pudiera escucharlo por encima de la lluvia. La situación era incómoda para los dos, ninguno quería hablar de lo que había sucedido el año anterior, pero allí estaban: juntos, compa

La ventana

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Para J. Yo los miraba desde lejos. Estaba sentada cerca a la ventana de la biblioteca intentando estudiar para un examen que tendría en dos horas, era imposible concentrarme debido a los acontecimientos recientes, sólo intentaba alejar los recuerdos de mi cabeza, pero no funcionaba: cada frase que leía me hacía recordarlo, todo había sido tan extraño. Fue por esto que empecé a mirar por la ventana y entonces los vi. Era justo lo que yo deseaba: estar así como esos dos que,  sentados en uno de los cuadrados de pasto que están justo en la salida de la biblioteca, se abrazaban y reían.

La mujer y el libro

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La mujer se acostó en la biblioteca en esa madrugada fría en la ciudad gris en la que ahora vivía alejada de los suyos, se sentía un poco un libro: de esos que se olvidan en las bibliotecas y se llenan de polvo, de esos que se envejecen de no ser abiertos y sus páginas se vuelven amarillas por el tiempo.  Algo así sentía que le pasaba a ella: se miraba en el espejo y notaba que su piel empezaba a ajarse por el paso del tiempo, veía sus labios resecos y el vidrio le devolvía una mirada un poco más oscura que unos años atrás. Mujer-Libro. Salvador Dalí

Nadaísmo

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En mi jornada de Rescate encontré este: 7/10/2009. Y los jóvenes ya no piensan en el culo redondo de la poesía sino en el muñeco chino de la pantalla de su computador al que masturban diez veces al día y otras diez en la noche.  Y la mente se ha vuelto otra vez estática, y los ojos ya no ven más allá del pixel número 666, y estamos sumidos en un mundo idiota, gobernado por idiotas y habitado por idiotas, y ya nadie piensa en sublevarse solo piensan en que no hay lugar en esas botas que no hallan lamido y que necesitan cambiarse de lado para lamer la otra y dejarla pegajosa con la saliva de su brutalidad.  Gonzalo Arango por Fernando Botero

La Cruz: pequeña historia

Recuperado 21/06/2012 Cuando El Colombiano, informó del desalojo en la Cruz y publicó esas fotos tan dicientes (el ESMAD tirando gases a niños, zarandeando mujeres; Espacio Público tumbando casas; ancianos cargando lo poco que les quedaba) decidimos subir y llevar algunas cosas que podrían ser de utilidad para los habitantes del sector: medicinas, ropa y comida.

Atrapados sin salida

Recuperad o del 26/01/2012 Era ya la segunda semana de la reapertura de la UdeA y la inicial calma era sorprendida por el anuncio de la primera Asamblea General de Estudiantes, el primer atentado contra los torniquetes recién instalados en la portería del Metro y los estruendos tradicionales de las tardes, ya casi olvidados, en la plazoleta Luis Fernando Barrientos.

¡Ya supérenlo!: Ayotzinapa y las masacres estatales en América Latina.

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La historia de América Latina ha sido una historia atravesada por ríos de sangre. Ya Eduardo Galeano en su libro Las Venas Abiertas de América Latina muestra la expropiación de las riquezas naturales por parte de capitales extranjeros que han subyugado y explotado a los pueblos de nuestro continente. Aunado a esto, el siglo XX estuvo colmado de dictaduras militares como la de Batista, Somosa, Trujillo, Pinochet, Videla y muchos otros que gobernaron con el terror y la fuerza asesinando, desapareciendo y acallando millones de voces libertarias que reivindicaban la autonomía y la independencia de las jóvenes naciones.