La Cruz: pequeña historia
Recuperado 21/06/2012
Cuando El Colombiano, informó del desalojo en la Cruz y publicó esas fotos tan dicientes (el ESMAD tirando gases a niños, zarandeando mujeres; Espacio Público tumbando casas; ancianos cargando lo poco que les quedaba) decidimos subir y llevar algunas cosas que podrían ser de utilidad para los habitantes del sector: medicinas, ropa y comida.
La verdad, yo esperaba encontrar un panorama desolador y lo encontré: el lugar era todo polvo, los zancudos eran insoportables, no había agua, las “casas” eran cuatro palos con un plástico encima, quedaban los cimientos de algunas casas de madera, los niños no tenían zapatos, la ropa que usaban estaba llena de polvo. Aun así, algo contrastaba: las sonrisas de los niños que jugaban con astillas de madera, los ancianos contentos por las ayudas y algo en las caras de todos que no reflejaba en ningún momento lo horrible de su situación.
Uno los miraba y no se podía ni imaginar que arriba en la punta del cerro estaban la policía y el ESMAD esperando a que cualquiera prendiera un fogón para bajar y apagarlo y aprovechar para insultar a los niños que nos contaban que los policías les decían groserías y los empujaban y, cuando ellos corrían, les tiraban unas cosas que los hacían llorar y que sentían como si se les quemara la cara.
Jugaban en la rayuela que acabábamos de dibujar en el piso con un pedazo de piedra (a lo mejor de alguna casa que existía antes). Los adultos escogían la ropa que mejor podía quedarles a ellos o a sus hijos, y otros escuchaban atentos las instrucciones para hacer suero para hidratar a los niños. Algunos fumaban.
Hoy, 21 de junio, ellos no han sufrido un desalojo o dos, han sufrido muchos y siguen ahí, pese a las amenazas de que les van a quemar las cosas. Hoy, las amenazas empiezan a convertirse en realidad: les queman los guayabos, no los dejan grabar y tiene el lugar sitiado con ESMAD mientras espacio público tumba las pocas que casas que han sido reconstruidas varias veces.
¿Qué será de los niños, los adultos y los ancianos a los que el Estado una vez más les ha negado sus derechos?
La verdad, yo esperaba encontrar un panorama desolador y lo encontré: el lugar era todo polvo, los zancudos eran insoportables, no había agua, las “casas” eran cuatro palos con un plástico encima, quedaban los cimientos de algunas casas de madera, los niños no tenían zapatos, la ropa que usaban estaba llena de polvo. Aun así, algo contrastaba: las sonrisas de los niños que jugaban con astillas de madera, los ancianos contentos por las ayudas y algo en las caras de todos que no reflejaba en ningún momento lo horrible de su situación.
Uno los miraba y no se podía ni imaginar que arriba en la punta del cerro estaban la policía y el ESMAD esperando a que cualquiera prendiera un fogón para bajar y apagarlo y aprovechar para insultar a los niños que nos contaban que los policías les decían groserías y los empujaban y, cuando ellos corrían, les tiraban unas cosas que los hacían llorar y que sentían como si se les quemara la cara.
Jugaban en la rayuela que acabábamos de dibujar en el piso con un pedazo de piedra (a lo mejor de alguna casa que existía antes). Los adultos escogían la ropa que mejor podía quedarles a ellos o a sus hijos, y otros escuchaban atentos las instrucciones para hacer suero para hidratar a los niños. Algunos fumaban.
Hoy, 21 de junio, ellos no han sufrido un desalojo o dos, han sufrido muchos y siguen ahí, pese a las amenazas de que les van a quemar las cosas. Hoy, las amenazas empiezan a convertirse en realidad: les queman los guayabos, no los dejan grabar y tiene el lugar sitiado con ESMAD mientras espacio público tumba las pocas que casas que han sido reconstruidas varias veces.
¿Qué será de los niños, los adultos y los ancianos a los que el Estado una vez más les ha negado sus derechos?
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