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Salidas

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27 de julio de 2018 Soñé contigo. Nos encontrábamos en una noche alegre antes de la dictadura. Estabas tomando cerveza en la Playa con tus amigos y yo te encontraba de repente. Confieso que me gustó verte, sentir que seguías siendo el mismo a pesar de que había pasado tanto tiempo. ¿Cuánto llevaba sin verte? ¿Un día o diez años? Una eternidad, al fin y al cabo. ¿Y vos? Igual, con tus cervezas, con tus amigos, con los zapatos de tela rojos de siempre. Me saludaste de abrazo, como cuando volvías de la montaña. Yo no podía quedarme esa noche, salía temprano al otro día hacia la capital. Los tiempos estaban difíciles y había que salir cuanto antes, pero yo no dije nada. 

Oda a La Resistencia

El día empezaba igual que tantos, la alarma, la pereza, la obligación y, finalmente, un pie que debía tomar la iniciativa de salir de la cobija, plantarse en el suelo y acumular todo el impulso para que me pusiera de pie. Dar una vuelta por la habitación, solo con los ojos. Dirigirme hacia la ducha, sintiendo el piso helado, desnudarme y entrar al agua caliente pensando en que, quizá, desaparecería el olor a cerveza y cigarrillo. Llegar a la oficina, que me ofrezcan un tinto y sentarme en la mesa a pensar en cómo se iría el día. Antes de salir de casa, instintivamente, sin ningún deseo consciente, había extraído un pequeño libro azul que llevaba varios meses olvidado en la biblioteca. Lo puse sobre el escritorio y empecé una lectura interrumpida por bostezos y lágrimas de pereza que se escurrían por mi rostro. Un rato más de lectura y, de pronto, llega el jefe, toca rendir informes y esas cosas en unos días que se aprestan a pasar. Nada podía salvar ese día lleno de tedio, no quería

Noche

"El valor más difícil, que es especialmente necesario para los débiles, es el valor de sufrir". E. Cioran A veces, a sabiendas de que será difícil, asumimos enfrentar ciertas cosas... Algunas grandes proyectos, otras pequeños detalles: ver una foto, recordar una frase, leer alguna carta. Quizá sea eso lo que a mí hoy me pasa. Releer a Cioran, en cierto sentido, me permite comprender que el vacío es algo que se expande y que tiene una profundidad infinita si hacia él nos vamos. Entre más hurgamos en detalles y más pensamos las cosas, menos sentido tienen. Tal vez la clave sea no reflexionar demasiado para no terminar como Carlos o como muchos otros que, a fuerza de indagar sobre el sentido, hallaron un absurdo inefable e insoportable.  La vida, producto de un azar no comprensible ni controlable, no puede tener un sentido racional estricto. Solo posee valor en tanto se le asigne, ya sea desde una creencia, un ideal o, incluso, una fe en la trascendencia basada en la insufic