Noche
"El valor más difícil, que es especialmente necesario para los débiles, es el valor de sufrir".
E. Cioran
A veces, a sabiendas de que será difícil, asumimos enfrentar ciertas cosas... Algunas grandes proyectos, otras pequeños detalles: ver una foto, recordar una frase, leer alguna carta. Quizá sea eso lo que a mí hoy me pasa. Releer a Cioran, en cierto sentido, me permite comprender que el vacío es algo que se expande y que tiene una profundidad infinita si hacia él nos vamos. Entre más hurgamos en detalles y más pensamos las cosas, menos sentido tienen. Tal vez la clave sea no reflexionar demasiado para no terminar como Carlos o como muchos otros que, a fuerza de indagar sobre el sentido, hallaron un absurdo inefable e insoportable.
La vida, producto de un azar no comprensible ni controlable, no puede tener un sentido racional estricto. Solo posee valor en tanto se le asigne, ya sea desde una creencia, un ideal o, incluso, una fe en la trascendencia basada en la insuficiencia de una sola vida para cumplir algún destino. Tan pequeños somos en el universo, tan poca cosa interesan las batallas y esperanzas de los seres diminutos del pálido punto azul que esperamos y orientamos nuestra existencia hacia la satisfacción de un ser externo: eterno y bueno. No hemos logrado asir que la humanidad no solo es dual, sino múltiple y que esa multiplicidad se expresa en la maldad, en el odio, pero -también- en el amor y en la bondad. Quizá para mi esa certeza que me permite superar el absurdo es confiar en que por corta y absurda que sea la vida humana, debe poder vivirse con dignidad. En eso creo y a eso dedico mi vida. Sé que la gratitud y la reciprocidad no están siempre cerca, pero estoy dispuesta a seguir a pesar de esa tristeza, solo así superaré está angustia que me carcome cada día, pensando en que hago algo para cambiarlo todo.
E. Cioran
A veces, a sabiendas de que será difícil, asumimos enfrentar ciertas cosas... Algunas grandes proyectos, otras pequeños detalles: ver una foto, recordar una frase, leer alguna carta. Quizá sea eso lo que a mí hoy me pasa. Releer a Cioran, en cierto sentido, me permite comprender que el vacío es algo que se expande y que tiene una profundidad infinita si hacia él nos vamos. Entre más hurgamos en detalles y más pensamos las cosas, menos sentido tienen. Tal vez la clave sea no reflexionar demasiado para no terminar como Carlos o como muchos otros que, a fuerza de indagar sobre el sentido, hallaron un absurdo inefable e insoportable.
La vida, producto de un azar no comprensible ni controlable, no puede tener un sentido racional estricto. Solo posee valor en tanto se le asigne, ya sea desde una creencia, un ideal o, incluso, una fe en la trascendencia basada en la insuficiencia de una sola vida para cumplir algún destino. Tan pequeños somos en el universo, tan poca cosa interesan las batallas y esperanzas de los seres diminutos del pálido punto azul que esperamos y orientamos nuestra existencia hacia la satisfacción de un ser externo: eterno y bueno. No hemos logrado asir que la humanidad no solo es dual, sino múltiple y que esa multiplicidad se expresa en la maldad, en el odio, pero -también- en el amor y en la bondad. Quizá para mi esa certeza que me permite superar el absurdo es confiar en que por corta y absurda que sea la vida humana, debe poder vivirse con dignidad. En eso creo y a eso dedico mi vida. Sé que la gratitud y la reciprocidad no están siempre cerca, pero estoy dispuesta a seguir a pesar de esa tristeza, solo así superaré está angustia que me carcome cada día, pensando en que hago algo para cambiarlo todo.
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