La mujer y el libro
La mujer se acostó en la
biblioteca en esa madrugada fría en la ciudad gris en la que ahora vivía
alejada de los suyos, se sentía un poco un libro: de esos que se olvidan en las
bibliotecas y se llenan de polvo, de esos que se envejecen de no ser abiertos y
sus páginas se vuelven amarillas por el tiempo.
Algo así sentía que le pasaba a
ella: se miraba en el espejo y notaba que su piel empezaba a ajarse por el paso del tiempo, veía sus labios resecos y el vidrio le devolvía una mirada un poco más oscura que unos años atrás.
Mujer-Libro. Salvador Dalí
Esperaba con ansias a que algún
curioso se le acercara y leyera en cada una de sus arrugas las historias que la
habían llevado a estar allí, acostada en la biblioteca en esa madrugada helada. Estaba segura que cuando ese alguien llegara, ella se deshojaría en sus brazos,
se desharía en él palabra por palabra, letra por letra. Escucharía cómo esa voz
extraña recorría cada parte de su cuerpo, descubriéndola, y entonces dejaría de
ser ese libro olvidado y se convertiría en una historia que sería narrada por
ese desconocido… así evitaría que el olvido la consumiera porque incluso cuando
sus hojas se deshicieran o fueran devoradas por pequeños bichitos, ella estaría
presente en la memoria de aquel curioso lector y eso, eso es infranqueable.
Ciudad de México.
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