Incertidumbre

Era difícil analizar con claridad las circunstancias. Fue todo tan tumultuoso, tan súbito que él sintió como si una avalancha se le hubiera caído encima. No sabía qué hacer y mucho menos cómo hacerlo. Así que, sensatamente, decidió esperar. 

Desde tiempos remotos, los humanos han observado las estrellas buscando en ellas su destino. Existen mitos sobre tejedoras que deciden en qué momento cortar la vida, o sobre adivinos que logran ver lo que aparecerá en un camino supuestamente definido de antemano por una energía suprema, muchas veces llamada "dios". 

Lo que descubrió Bernardo ese día fue que las cosas en la vida suceden sin una razón aparente. Sencillamente, van apareciéndose en el camino y uno debe buscar la mejor forma de resolver esas encrucijadas que a veces aparecen. Su primera opción fue asesorarse de otros, pero encontró que las opiniones eran tan diversas que estaba igual que al principio. Entonces buscó información sobre las distintas propuestas que habían aparecido en su camino. Sin embargo, esto no ayudó mucho porque tenía las mismas dudas. 

Esas dudas aparecían porque le habían enseñado desde chico que él debía tener un proyecto de vida, el cual debía seguir como si fueran las instrucciones y, así, finalmente, alcanzaría el éxito. Pero, como descubrió Bernardo, ese proyecto era totalmente abstracto y en él no estaban contemplados los miles de factores que influyen en la vida de un ser humano: el amor, la familia, la pasión, la tristeza y, el más claro de todos: el azar. 

Bernardo decidió esperar y quedarse en la incertidumbre frente al futuro. Decidió resolver de la mejor manera posible cada cosa que se le fuera presentando e ir avanzando día a día... Recordó las palabras de Horacio: Carpe Diem, quam minimum credula postero. Memento Mori. 

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